Nos defendemos contra la incertidumbre con todo nuestro arsenal psíquico. Nada le perturba más a nuestra mente que lo desconocido, lo que no podemos explicarnos, los huecos de información. Para aliviar nuestra angustia frente a la falta de control somos capaces de actos risibles (e irracionales) como aquellas compras de papel higiénico durante la pandemia.

A nuestro cerebro le encanta problematizar, catastrofizar y anticiparse – ¡esa es su función! El problema comienza cuando nuestros miedos se hacen crónicos y nos sentimos impotentes frente a la dirección de la vida. Todo parece ir tan rápido (dentro y fuera del trabajo) que terminamos agotados emocionalmente y atrapados en un bucle de pensamientos rumiativos – ¿y si pierdo mi empleo?, ¿y si resulto mal visto después de hacer speak-up en el trabajo?, ¿y si estoy perdiéndome de vivir algo mejor por estar aquí?, ¿y si muero antes y no logro disfrutar mi dinero?

Todos somos diferentes en la cantidad de incertidumbre que podemos tolerar – mientras algunas personas parecen disfrutar tomando riesgos y teniendo experiencias impredecibles, otras encontramos la aleatoriedad de la vida profundamente angustiante. Pero hay buenas noticias: la neurociencia ha demostrado que la tolerancia a la incertidumbre es una capacidad que puede desarrollarse.

Aprender a lidiar con la incertidumbre

Un día las cosas pueden estar bien, al siguiente te has enfermado repentinamente, has perdido tu trabajo o una persona importante te abandona. No tenemos control de nada y eso nos resulta aterrador. La defensa psicológica más utilizada frente a la incertidumbre es la rumiación, que se define como el acto de estar repasando las mismas ideas en forma circular. En cualquier caso, al sobrepensar tenemos la ilusión de ganar control sobre las circunstancias inciertas; nuestra mente cree falsamente que elaborando el peor de los escenarios nos prepara para la tragedia. Desafortunadamente, esto nunca funciona así.

Las empresas que se han subido a la ola de fomentar la salud mental en el trabajo implementan programas de entrenamiento para equipar a sus empleados en el manejo de estresores en el trabajo y la vida cotidiana. A continuación se enlistan tres ideas para detener la rumiación y aumentar la capacidad de tolerar el disconfort que nos causa lo incierto:

Idea 1: Actuar

Lo mejor que podemos hacer para salir del bucle de la preocupación excesiva es tomar acción. En la mayoría de las circunstancias podemos hacer algo para influir en el resultado que deseamos así que al enfocarnos en los aspectos de un problema en los que podemos incidir dejamos de sentirnos impotentes. Por supuesto, todas las circunstancias son diferentes y es posible que descubras que en algunas situaciones todo lo que puedes controlar es tu actitud y respuesta emocional frente a lo que te sucede.

Idea 2: Debate contigo mismo

A la mente hay que saberla parar y luego dialogar con ella. Personalmente, cuando me descubro rumiando le digo a mi mente en tono irónico: “¿ya terminaste?”

La terapia cognitiva-conductual (TCC) propone como técnica debatir los propios pensamientos que son la fuente de nuestro malestar emocional. Por ejemplo, si fuimos despedidos de un trabajo es posible que pensamos que será muy difícil volver a conseguir un empleo como el que teníamos; en este caso podríamos debatir con nosotros mismos: ¿Qué otra cosa podría suceder además de lo que estoy imaginando?, si he logrado emplearme en otras ocasiones, ¿por qué esta vez tendría que ser diferente?, ¿qué evidencia tengo para asegurar que no existe en el mundo otro empleo similar o mejor a este?

Idea 3: Elimina fuentes de preocupación

La tolerancia a la incertidumbre es una capacidad, una competencia, un músculo que se puede trabajar todos los días a través de la exposición a situaciones nuevas de manera progresiva. Sin embargo, existe una acción inmediata que podemos tomar: eliminar de nuestra vida todas las prácticas que refuerzan una manera irracional de pensar; esto incluye dejar de prestar atención a noticias sensacionalistas, evitar compararnos con la vida de aquellos que parecen tener más éxito, alejarnos de actividades que refuerzan el pensamiento mágico o esotérico, entre muchas otras.

Conclusión

Nuestro cerebro está diseñado para protegernos y para ello tiende a la anticipación. Aprender a parar la rumiación y tomar acción es la salida más eficaz contra la angustia frente a lo desconocido. Cuando la preocupación es crónica y el temor es nuestra emoción dominante necesitamos ayuda para modificar patrones de pensamiento. Toma ventaja de los programas de capacitación en salud mental que ofrece tu empresa, o busca ayuda de un profesional de la salud.

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